La mezcla cultural de Ana Alcaide
Sólo muy de
vez en cuando, se nos brinda la oportunidad de descubrir una voz, un talento,
una forma de expresar los sentimientos, tan pura y delicada. Tengo que
reconocer que, antes de ahora, poco sabía y conocía de la cantante y
compositora toledana Ana Alcaide, y en cambio tras escuchar repetidas veces
este nuevo trabajo –resulta tan hechizante que es imposible no recurrir a él
una y otra vez-, parece como si conociera su música desde siempre.
Será por ese magnetismo que nace
en la mezcla de culturas, por esa forma de establecer un estrecho vínculo con
la tradición desde el presente, por esa capacidad de proyectar un sinfín de
cromatismos sonoros y atmósferas musicales al servicio de la sensibilidad
extrema, por esa riqueza basada en la esencia de los instrumentos de cuerda como
el salterio, violín, arpa, guitarra, laúd, Bouzouki, mandola o lyra que
acompañan a la viola de teclas y que invitan al clarinete o el ney turco y a
una interminable lista de instrumentos de percusión, a la búsqueda del timbre
preciso.
Pero será también por esas
canciones nuevas que presenta en su tercer trabajo, La cantiga del fuego,
inspiradas en el romancero y cancionero antiguo que viajan por el legado común
entre cristianos, judíos y musulmanes. Melodías sefardíes que tanto nos remiten
a la antigua capital del Reino de Castilla como nos permiten y ofrecen un paseo
por el mediterráneo.
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