Engullida por la emotividad
Será, como ella misma se encarga
de reconocer, que los escenarios isleños la ponen más nerviosa que los
neoyorquinos o por cualquier otro motivo; pero en todo caso, nunca he visto a
Concha Buika cómoda cantándole al público que la ha visto crecer
artísticamente. Tampoco ahora, que parece encontrarse en un buen momento
profesional paseando su popularidad por los distintos festivales tanto
nacionales como internacionales.
Por tanto, en Sa Graduada de
Muro, nos volvimos a encontrar con más de lo mismo. Esa excesiva atención, esa
desmesurada dedicación a sus familiares y amigos que llama ‘tribu’ y llenaban
parte de las primera filas de asientos, no juega en pro de la normalidad, o de
lo que debería ser más lógico.
No es que Concha se olvide de esa
otra ‘tribu’ que la va a escuchar -que por cierto a duras penas llegó a los
trescientos asistentes-, sino que esa emotividad personal y privada –que
aprovecha para airear- acaba engulléndose el concierto.
En lo musical, Buida inició la
velada con veinte minutos de retraso y de la misma manera que la terminó hora y
media después, acompañada únicamente por el pianista cubano Ivan ‘Melón’ Lewis,
muy acertado sobre todo en los registros más latinos. Toni Cuenca al bajo y
Ramón Porrina al cajón se apuntarían también a ese recorrido amplio en cuanto a
su trayectoria y ecléctico en lo musical interpretado, incluso a veces, con
corrección. Aunque acaba siendo más recomendable escucharlo enlatado en los
bits del compacto; porque la cantante gana, sin duda, con la producción,
contención y neutralidad emocional del estudio.
CONCHA BUIKA. Sa Graduada. Muro, 5 de julio de 2012
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