Iñaki Sandoval, emocionante e intenso
El juego entre la profundidad y la belleza es un arte que el músico y pianista pamplonés Iñaki Sandoval domina a la perfección. No se trata de un diálogo de ida y vuelta, de un toma y daca entre concesiones y exigencias, sino una convivencia que aúna ambos criterios en pro de un discurso tan sólido como hermoso, emocionante e intenso.
Conocí al pianista en Sausolito (2005), no dejó de sorprenderme el músico en Usaquén (2008) y ahora, en su tercera entrega con la que se inaugura en su propio sello discográfico Miracielos (Bebyne, 2011), no ha hecho más que incrementar ese sentido de solidez y lirismo con una música rica, detallista que si bien te seduce en primera instancia por la perfección, acaba atrapándote por la contundencia musical de su propuesta.
Ver escrito el nombre de Eddie Gomez quien permaneció algo más de una década junto a Bill Evans, al haberse referenciado por similitud al pianista americano en sus anteriores trabajos, no deja de ser curioso, aunque pronto ésta se queda en anécdota y pasa a convertirse, junto con la aportación de otro importante veterano del jazz como Billy Hart, en una sólida estructura donde el continuo diálogo fluye transitivo y ecuánime.